viernes, 29 de diciembre de 2017

Identidad Institucional


Nuestro modo específico de evangelizar es ser educadoras: la educación es mediación carismática en nuestro servicio al Reino. Educamos promoviendo procesos personales y comunitarios de acuerdo al itinerario teresiano para que las personas descubran el proyecto de Dios en sus vidas, desarrollen sus capacidades y sean agentes de transformación social.
Nos comprometemos en los distintos campos apostólicos con la promoción de la libertad, la paz y la justicia.
Cultivamos el amor como actitud pedagógica y fomentamos la dimensión comunitaria mediante relaciones solidarias y fraternas.
(Constituciones Compañía STJ, 30)


VISIÓN
Somos familia integrada por una diversidad de miembros que caminamos unidos en el carisma, vivimos experiencias de gozo en el compartir, propiciamos relaciones cercanas y fraternas de acogida, escucha, respeto y sencillez entre nosotros, basadas en la comunicación, en la apertura, el amor y la confianza, con un marcado sentido de pertenencia, servicio, tolerancia y valoración que nos ayudan a vivir el proyecto de vida que Dios soñó para cada uno.



MISIÓN
Nuestra misión es educar.
Desde esta vocación optamos por la persona, por la dignidad y por el desarrollo armónico de sus capacidades.
Educamos desde la clave desde la interioridad y la relacionalidad y los valores de: oración, verdad, fortaleza, cordialidad, alegría, solidaridad, justicia y respeto a la vida.
Nos sentimos orgullosos de nuestras raíces e identidad venezolana. Apostamos por una Venezuela más justa y más fraterna. Optamos por proyectos que promueven la inclusión, la justicia y la transformación social, dejándonos conmover por situaciones que afectan a la vida humana y a la vida del planeta.
Nos sentimos impulsados al diálogo con diversas culturas y a la formación de una nueva ciudadanía promoviendo relaciones inclusivas y solidarias.
PERFIL DEL ESTUDIANTE

  • Se conoce y acepta a sí misma/o, valora su propia interioridad y es consciente de que es habitada/o por Dios.
  • Vive su experiencia de fe en comunidad, y la expresa en el compromiso evangelizador y transformador.
  • Como sujeto de encuentro, se construye en la relación con el otro/a, interactuando de forma corresponsable y asertiva.
  • Tiene conciencia de la equidad de género.
  • Se compromete como transformador social en la construcción de una sociedad justa y solidaria, de manera corresponsable.
  • Se compromete con el cuidado de la vida y la sustentabilidad del ambiente, desde la conciencia ecológica.
  • Se involucra activamente en la construcción de proyectos comunitarios.
  • Asume un rol autónomo, activo, crítico y reflexivo frente a su proceso de aprendizaje.

Nuestra Historia......







San Enrique de Ossó, sacerdote español, en respuesta a las situaciones de su tiempo, llevó adelante múltiples iniciativas apostólicas y recibió el carisma de fundador de la Compañía de Santa Teresa de Jesús.
Su encuentro con la Santa de Ávila, maestra de espiritualidad, impregnó todas sus obras apostólicas; por ello, todos los proyectos, obras, escritos… llevan el sello teresiano.
En la noche del 2 de abril de 1876, Enrique diseñó el sueño de fundar la Compañía. Trazó un sencillo proyecto que se verá hecho realidad el 23 de junio de ese mismo año: la Compañía de Santa Teresa de Jesús,  nacía con la aprobación del Sr. Arzobispo de Tarragona D. Constantino Bonet y del Sr. Obispo de Tortosa D. Benito Vilamitjana.
Nueve jóvenes teresianas iniciaban la andadura.  En la iglesia de Nuestra Señora de la Enseñanza, las jóvenes que habían hecho previamente Ejercicios con el P. Fundador se comprometen a vivir en Comunidad, observando las Reglas de la nueva Compañía de Santa Teresa de Jesús bajo la dirección del mismo. A media noche del 31 de diciembre de 1878, las fundadoras reciben el hábito de manos de don Enrique, delegado del arzobispo.
Nacía así una nueva institución teresiana y una nueva familia religiosa a la cual el 23 de junio de 1879 entregaba el Fundador las Constituciones. Ya en 1882 la autoridad diocesana las aprobaba, se imprimían y el 15 de octubre emitían sus votos perpetuos las primeras religiosas teresianas.
Estamos todavía en 1883 y ya pasan a Portugal. Luego sigue el camino de expansión  ininterrumpidamente: en 1885 se establecen en Orán y en 1888 parte el primer grupo hacia América para fundar en Puebla de los Ángeles, México. Cuando el P. Fundador muere el 27 de enero de 1896, cuenta ya el Instituto con 33 casas diseminadas por España, Portugal, Argelia, México y Uruguay.
            En el año de 1947, la fundación de las Teresianas en Venezuela, es solicitada por la Superiora General de la Compañía, Madre Enriqueta de Santa Teresa de Jesús Sanz, por la familia de la Madre Modesta Maizo (hermana venezolana que hacia su noviciado en Uruguay), Jorge Bello, Carmen Maizo de Bello, el Arzobispo de Caracas Lucas Guillermo Castillo, Monseñor Hortensio Carrillo, Párroco de la Iglesia de Santa Teresa, junto a trescientas ochenta y seis personas influyentes de la sociedad, quienes formaron en Caracas una  “Junta Pro Fundación” de la Compañía de Santa Teresa de Jesús en Venezuela.
            El 27 de agosto de 1947 se recibió carta de Roma aceptando la fundación para realizarla en verano de 1948. En ella se indican las condiciones de dicha fundación, colegio para niñas y se indican características de lugar y espacio.
            En los primeros días de Junio de 1948, llegaron a Caracas, las madres Ignacia Mora y Eugenia Otegui, procedentes de Cuba. Ellas venían a explorar y buscar diferentes opciones para el colegio.
            Durante esos días, estuvieron acompañadas de Jorge Bello y Carmen Maizo de Bello, quienes les mostraron diversas opciones para la sede del colegio. Una primera casa en la Urbanización “Guaicaipuro”, luego de negociarla, el contratista retiró la opción.
            En Petare, pueblo separado de Caracas, a 14 kilómetros, se encontró una casa ancha, con habitaciones en ambos lados y en todo el frente de la iglesia parroquial. Sin embargo, al llegar las hermanas de Cuba, y al visitar el lugar, lo rechazaron, principalmente por lo alejado que se encontraba, ya que el permiso de fundación era para Caracas.
            Finalmente, se conoció que un colegio, Nuestra Señora de Coromoto, de laicas, estaba en venta y con ellas se logra una sede y un primer grupo de alumnas.


En la Parroquia Santa Rosalía de la ciudad de Caracas, la maestra Teresa Caballero Páez-Pumar fundó el Colegio Santa Teresa de Jesús.  Al fallecer Teresa Caballero, sus sobrinas, la Nena y Cristina Caballero, hijas de su hermano, heredan el Colegio. Lo venden a una compañía formada por algunas maestras de dicho centro educativo (Lila Tapia, Carmen Rosalía Samkov, Nora Rubin D’Ampere entre otras), que le cambian el nombre por el de “Nuestra Señora de Coromoto”.
El colegio continuó sus labores y pasó a ser directora la maestra Carmen Rosalía Samkov Bustillos que desempeñó ese cargo varios años hasta que el colegio pasó a ser propiedad de la Compañía de Santa Teresa de Jesús.
El Colegio tuvo varias sedes, siempre en la parroquia Santa Rosalía, en las casas estilo colonial que allí existían, siendo su última sede en esta parroquia la de la esquina de Miseria cuando lo compraron las Madres Teresianas y cambió el nombre por el de: Colegio Teresiano de Nuestra Señora de Coromoto.
Transcurría el año escolar 1947/48, cuando la Sta. Carmen Rosalía Sahmkow, Directora del Colegio Ntra. Sra. de Coromoto, con el propósito de dejar el Colegio en buenas manos, le propuso a la señora Carmen Maizo de Bello que se quedara como Directora; ésta no aceptó, pero, inmediatamente, una expresión brotó de sus labios: “Yo no; pero sí las Teresianas que mi esposo y yo pensamos traer a Venezuela” .
Carmen Rosalía Sahmkow fue llamada por el Sr. Arzobispo Mons. Lucas Castillo y le hizo saber que la “Junta Pro Fundación” de las Madres Teresianas compraría el establecimiento educacional.
            Se realizaron una serie de pasos y luego de las previas reparaciones y pintura, el 15 de noviembre las Teresianas iniciaron clases en el Colegio. 

“El 15 fue para nosotras el primer día de clases. No hubo el orden deseado por falta de personal, y el trabajo era abundante pues, gracias a Dios, no nos faltaban niñas. Había en matrícula 185…”
A los ocho días, 24 de noviembre,  un acontecimiento histórico marca la vida de las Hermanas. Así lo reseñan: “estalló el movimiento militar o contra revolución  que derrocó a la Acción Democrática que había gobernado durante tres años, con gran detrimento de la enseñanza religiosa y de la formación moral del país. El 3 de diciembre se reanudaron las actividades y el 7 se inauguró la capilla del Colegio”.
En 1950, se emite un decreto mediante el cual se ordena derrumbar las edificaciones ubicadas en la zona donde se encontraba el colegio; en consecuencia, se trasladó su sede a las instalaciones donde funcionaba el Laboratorio Pulmobronk en Quinta Crespo por su amplio espacio.
En 1951, el Colegio es trasladado a su actual sede, ubicado en la Avenida Los Laureles en El Paraíso.
 Este edificio era propiedad de la familia Arcaya, y logran adquirirlo a través de un crédito que duró unos diez años en ser cancelado. 
En la nueva sede siguieron impartiendo clases de Primaria. El Colegio iba creciendo y abriendo nuevas secciones con dos menciones: Ciencias y Humanidades.
Actualmente, se cuenta con una educación desde el nivel de inicial hasta el segundo año de Media General, con una población de 900 alumnos.
 Hoy, en nuestra historia, en nuestro tiempo, San Enrique de Ossó y las primeras hermanas, a quienes se conoce como fundadoras, son una de las fuentes de inspiración para la Compañía, para nuestra institución y para toda la Familia Teresiana.
La misión, que las hermanas realizan con quienes participan del carisma teresiano, abarca: el trato de amistad con el Señor en la oración, el sacrificio como entrega incondicional a todos y el compromiso de educar según el espíritu de Teresa de Jesús.








“Educamos, educándonos en Comunidades que aprenden, como Familia Teresiana.”

1 comentario:

  1. Hola. Estudié en el Colegio Teresiano el 5°y6° y lo que más recuerdo de esa enorme casa fue una escalera de madera en el interior. Yo corría mucho y jugaba, hasta donde las madres me lo permitían claro.

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